viernes, 22 de mayo de 2020

Principito del otoño.


Hace tiempo atrás quien me recordó que las mandarinas no se compran se roban,
Y esa infancia yo no se la robo pero si la comparto.
Que de momento cuando de `robar ‘se trata… O mejor dicho hacer nuestro lo que avaros y mezquinos no convidan por ese mal hábito de acumular sin repartir, maldita abundancia en manos de viles avarientos. Pero para eso estamos los villanos y villanas de mandarinas; para que en el campo reine el amor y la igualdad de mandarina cuando abrimos la paritaria.
Yo recuerdo bien la entrada de mi pueblo, ese árbol lleno de moras; si aprendimos a treparnos, hacer jugo de mora hasta empacharnos… Y bueno siempre de chicas y de chicos somos golosas y golosos, después en la adultez no sé qué pasa. Esas calles empedradas también llenas de árboles quien supuso lo de monos y monas en nuestros genes, algo de razón debe tener. Porque cuando de frutas se trata, sí que ya sabíamos treparnos… Como si algo en nuestro ADN decodificara los antepasados.
En definitiva además de hojas secas, soles cálidos que entibian la tarde, el naranja combinado al amarillo, el verde y el marrón; el otoño trae los cítricos y acá se encontró Santiago justificando la apropiación de mandarinas en manos de niños y niñas.

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